En memoria de Héctor y Daniel
Por: Rosamaría Sánchez Rincón
Morelia, Michoacán.- Desde el 4 de julio pasado, María* murió en vida. Sus dos hijos, Héctor, de 16 años y Daniel, con apenas 12, murieron junto a su padre, Héctor, en un terrible accidente automovilístico que ocupó las principales noticias en medios.
El accidente ocurrió en la salida a Salamanca de Morelia, en inmediaciones con la avenida Miguel Hidalgo; ahí, Alexis, conductor de un Cadillac color blanco, provocó el impacto al invadir el carril contrario; tal fue la fuerza, que el auto donde viajaban Héctor y sus hijos, salió volando para finalmente quedar volcado, incendiándose con sus tres ocupantes adentro.
Con 14 años, Alexis se convirtió, seguramente sin ninguna intención, en el causante de tres muertes, dos casi niños, uno con un trastorno genético del cromosoma 21; y el padre de ellos; tres decesos terribles, violentos, dolorosos.
Pero también, Alexis, de 14 años, fue responsable del deceso de dos jovencitos que viajaban con él en el Cadillac blanco, vehículo propiedad de su padre, dedicado al negocio de la construcción.
Cinco personas muertas y otras tantas heridas, ese fue el saldo. El propio Alexis se debate entre la vida y la muerte, con golpes en todo su cuerpo, con impacto en su cráneo y sus pulmones; con la quijada rota y obligado a un coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital moreliano, con un pronóstico reservado.
“Asesino”, “irresponsable”, “pendejo”. Innumerables calificativos y malos deseos, acumula el joven cuya impericia desgarró mortalmente a más de media decena de familias.
Alexis tenía apenas seis meses conduciendo, cuando sus padres decidieron que ya merecía agarrar el vehículo y salir a las calles y lo dejaron, regresaba de jugar futbol, venía con otros amigos, ¿a cuánta velocidad que impactó en la otra unidad, la volcó y se incendió?
Si la libra, Alexis deberá vivir con esa carga a cuestas: saber que provocó la muerte de dos de sus amigos y de otras tres personas a las que no conocía; dos casi niños, como él mismo, que ya no regresarán a los brazos de su madre. Terrible.
La vida de Alexis dio un vuelco ese 4 de julio pasado por la decisión de sus padres de permitirle a un niño de 14 años, conducir un vehículo en vialidades de alta velocidad de Morelia; por darle las llaves de la camioneta a sabiendas que apenas tenía seis meses aprendiendo a manejar, ¡seis meses!, ¡14 años!, ¡¡por Dios!!
En Michoacán como en el resto del país, en el grueso de los accidentes viales están involucrados jóvenes y -no sé si es el caso-, el alcohol u otras sustancias raras. Por ello la importancia de los odiados alcoholímetros, esos operativos que decenas gustan “desenmascarar” para que nadie caiga en sus redes. Irónico.
Es decir, la autoridad puede hacer mil cosas, ordenar decenas de operativos, pero si no hay corresponsabilidad social, cualquier esfuerzo es vano. Es una realidad.
Hay un grupo de 40 que aún hoy sigo sin saber a ciencia cierta qué ha hecho en el tiempo que lleva cobrando en el Congreso del Estado, esos que se dicen pomposamente “legisladores”; los 40 tienen en la historia de Alexis la mejor oportunidad de dejar algo bueno en su efímero paso por el edificio de Madero, una ley, adición, modificación o lo que se les pegue la gana, que aplique y obligue a los padres y madres de todos esos jóvenes que, como Alexis, piensan que ya pueden vivir su vida como quieren, no importando cuántas vidas se llevan a su paso.
Legislar en sanciones que obliguen a los padres a ser padres, no devolverá la vida a los cinco que murieron en el accidente del 4 de julio; tampoco harán latir de nuevo el corazón de María*, ese se lo llevó Alexis en sus 14 años de edad y sus seis meses aprendiendo a manejar; pero sí los obligará a pensarlo dos veces antes de soltarles las llaves del auto a esos casi niños desesperados por vivir.